Hay situaciones que merecen ser
contadas y esta, desde mi punto de
vista, es una de ellas. Es la historia
de Ana, una niña que viajaba sola en
un vuelo europeo, la noche antes de su
9 cumpleaños.
Como en cada vuelo,
yo llevaba preparada la documentación
necesaria para iniciar el viaje e iba
mentalmente dispuesta a permanecer
durante horas en un avión,
compartiendo espacio y tiempo con
otras muchas personas desconocidas.
Ya sentada en mi asiento, vi pasar a
una de las azafatas. Justo detrás de
ella, pasaba una niña llorando
desconsoladamente. Llevaba un cordel
alrededor del cuello con una bolsita
transparente que portaba documentos.
En el despegue, desde mi asiento, se
le oía llorar y gritar, cada vez más
nerviosa y más angustiada. Al girarme,
vi cómo tres azafatas intentaban
resolver la situación diciéndole:
“shhh.. no llores”, “no pasa nada”,
“ahora vas a hacer un dibujo a tu
madre diciéndole lo mucho que la
quieres”, “no grites… pórtate bien”.
Era evidente que la niña viajaba sola.
Me acerqué para decirles que era
psicóloga y que estaba disponible si
necesitaban ayuda. En seguida, me
pidieron que me sentara con la niña.
Poco a poco, Ana iba tranquilizándose,
al mismo tiempo que se expresaba, se
sentía comprendida y podía pedir lo
que necesitaba. Ana me comentó que el
día siguiente cumplía 9 años y, por
esta razón, viajaba para estar con
papá.
El desconsuelo de Ana era una
mezcla entre miedo, tristeza y enfado.
Miedo porque no sabía si podría llamar
a sus padres al bajar del avión,
puesto que una vez en el destino,
tendría que hacer una escala para
coger, de nuevo, otro vuelo. Ana
necesitaba comunicarse con sus padres
para sentirse segura, para aliviar la
sensación de abandono y soledad que le
generaban tristeza. Ana necesitaba
pedir permiso para llamar a sus padres
porque, de hecho, no llevaba móvil ni
sabía sus números de teléfono.
Enfado porque, dado que Ana no quería
viajar sola, su madre le engañó
diciéndole que ambas subirían al avión
y la propia madre le acompañaría en el
vuelo. Esto no ocurrió y, en su lugar,
una auxiliar acompañó a Ana hasta el
primer avión, donde le esperaba una
azafata. Posteriormente, en la escala,
le esperaría otra nueva auxiliar, que
le acompañaría al siguiente avión.
Esta auxiliar se despediría de Ana,
quien estaría de nuevo sola con unas
nuevas azafatas en el nuevo avión. En
el destino, otra nueva auxiliar
esperaría a Ana para, ahora sí,
encontrarse con su padre.
Las
situaciones que vivió Ana durante esa
noche, me impresionaron y me hicieron
preguntarme en qué lugar quedaban las
necesidades de la niña en: los padres,
la aerolínea y las trabajadoras de la
compañía.
Teniendo en cuenta esta
situación, veo que es necesario dar
una serie de pautas para los padres
que vuelan con sus hijos (y digo
“padres que vuelan con sus hijos”
porque considero que un niño no tiene
la autonomía, capacidad de
comunicación y de resolución de
conflictos suficiente para volar,
durante el vuelo completo, sin una
persona de absoluta confianza):
-
Antes del viaje, habla con tu hijo.
Explícale el motivo del viaje, por qué
se va a realizar de esta forma y no de
otra, tiempo exacto del viaje, qué
tipo de ayudas tendrá y qué persona de
referencia.
-
Durante el viaje, asegúrate de que tu
hijo se encuentra tranquilo y lo más
seguro posible teniendo a la
persona de referencia. Si esa persona
no eres tú (padre, madre o tutor)
dale un teléfono móvil para que él
mismo pueda llamarte en caso de
emergencia. El teléfono también le
servirá para ver la hora y ubicarse
temporalmente. También, puedes
darle un mapa y marcarle la ruta
aproximada para que sepa ubicarse
espacialmente.
- Asegúrate de que
el niño se encuentra bien al
aterrizar. Si tiene que hacer escala,
aprovecha para descansar. Y, si la
persona de absoluta confianza, no es
padre, madre o tutor, estos deben
llamar al niño para asegurarse de que
está bien y transmitirle
tranquilidad, seguridad y confianza.
Por favor, si eres padre, madre o
tutor no dejes que tu hijo vuele solo
siendo un niño, no está preparado
para ello.
Por favor, si eres una
compañía aérea capacita a tu equipo
para ofrecer un servicio adaptado a
las personas que vuelan. Carecer de la
atención adecuada, puede ocasionar un
ataque de ansiedad en el menor. Es
prioritario que realicéis un protocolo
para atender adecuadamente a los
niños.
Por favor, si eres
profesional de aviación, no te limites
a dar consejos o decir lo que tiene
que hacer un niño en una situación
de ansiedad o estrés, sencillamente
escúchale para saber qué necesita.
Queda mucho por hacer en las compañías
aéreas respecto a la infancia. Confío
en que este cambio se producirá
para garantizar una mayor calidad en
el servicio para los niños y niñas.
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Sandra
Torres Torreblanca Psicóloga y Psicoterapeuta
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