"La vida actual no se entiende sin ocio"
Manuel Cuenca Cabeza Director
de los programas de Postgrado de Estudios de
Ocio de la Universidad de Deusto y Director
Académico de la Cátedra ONCE Ocio y
Discapacidad
El ocio ha cobrado
tal importancia en nuestras vidas que
actualmente es considerado un derecho
fundamental de las personas. Esta visión
humanista llevó a la Universidad de Deusto a
crear un innovador Estudio de Ocio en 1988.
Cuatro años más tarde, concluido el proceso
de reconocimiento académico, nació el
Instituto de Estudios de Ocio bajo la
dirección del doctor Manuel Cuenca Cabeza.
Quien fuera vicerrector del prestigioso
centro, se ha volcado en el desarrollo de
programas de Postgrado y del Centro de
Documentación monográfico. Miembro asesor de
diversas revistas científicas, es también
autor de libros y artículos de
investigación.
El ocio como materia universitaria. ¿No
resulta un tanto extraño convertir en
disciplina lo antítesis de lo académico?
El ocio es uno de los pilares
del siglo XXI. Como valor comenzó a
implantarse el siglo pasado, y hoy podemos
hablar de él como un elemento de
identificación de las personas. La vida no
se entiende sin ocio. Es decir, sin
televisión, sin música, sin salir de paseo o
hacer un viaje; o sin deportes que practicar
o que ver. Y es así por que en el actual
mundo de valores se ha producido un cambio,
y el ocio se ha situado en los primeros
puestos.
¿Como un principio al que seguir y cumplir?
Efectivamente, como valor
vital. Es una cualidad que mueve a las
personas y las capacita para vivir
experiencias satisfactorias, más
enriquecedoras o menos, pero sin duda
trascendentales en cuanto que ofrecen un
sentido a su existencia. Al preguntar a la
gente qué es importante o muy importante en
su vida, el ocio ocupa el cuarto puesto. Es
más, la juventud, en la búsqueda de sí misma
y del sentido de su vida, ha desplazado al
trabajo como prioridad y lo ha puesto en su
lugar.
¿Eso es positivo?
Cuanto
menos, no hay que juzgarlo de forma
negativa. El joven encuentra en el ocio el
espacio donde está conforme. En él hace las
cosas que le gusta, y el trabajo, por lo
general, no le posibilita desarrollarse con
satisfacción como persona y ha dejado de ser
el núcleo de su vida. Antes, el ocio era
tiempo de descanso para seguir trabajando;
ahora, el trabajo es sólo un medio para
proporcionar ocio.
¿Cómo se ha llegado ahí?
Es
una de las consecuencias del cambio de la
sociedad industrial a la tecnológica. En
este momento, el trabajo ocupa sólo el 7%
del tiempo total de vida, con lo que tiene
un significado menor en el conjunto de la
vida. Basta con ver cuándo se incorporan los
jóvenes al mundo laboral y cuándo lo
abandona el adulto. Se empieza más tarde, y
la esperanza de vida es mucho mayor. Si a
esto se le suman los fines de semana, las
minivacaciones, los puentes… algo que ahora
contemplamos con total normalidad pero que
no siempre fue así, estaremos hablando de
una conquista que lleva implícito algo que
los jóvenes han visto con total claridad: el
trabajo no es lo más importante. Cierto que
sus trabajos no son los que soñaban, que el
mundo laboral es precario, pero además, no
les interesa como lugar para realizarse. Los
viajes, los conciertos, el surf y el
compartir el tiempo con la familia y los
amigos es mucho más satisfactorio, por lo
tanto, se esfuerzan es procurárselo.
¿Y el actual sistema podrá soportarlo?
Precisamente el mundo del
ocio es potentísimo. Es la gran industria
del siglo XXI. Fijémonos en el turismo, sin
duda una fuente de ingresos y un sector
socioeconómico clave. La liga de campeones
mueve el 1% del PIB. El cine, los parques de
atracciones, los centros comerciales, los
festivales de música, las tiendas
especializadas en deporte… Todo esto es
origen y consecuencia de la implantación del
ocio, y de la nueva manera de concebir la
vida. Además, es una gran fuente de trabajo.
Retomando lo anterior. ¿Cómo van a convivir
las generaciones con valores tan distantes?
Un estudio realizado en el
norte de Italia, que buscaba precisamente
esa respuesta, concluyó que no se va a
producir ningún choque. Se analizaron tres
generaciones: abuelos, padres e hijos. El
trabajo como primer valor, sólo se encontró
en los abuelos; en los padres se produce un
equilibrio, entre el trabajo y el ocio; y en
la generación de los nietos, el ocio prima.
Esto nos lleva a ratificar que el cambio de
valores es profundo, consecuencia de la
sociedad de bienestar en la que se han
criado las nuevas generaciones gracias al
esfuerzo de las anteriores, que perseguía
precisamente ofrecerles un mundo mejor.
Además, los abuelos mantienen con mucho
orgullo su valor en el trabajo; los nietos
no lo sienten así, pero tampoco se produce
un desencuentro.
Así que los abuelos trabajaron duramente
para que sus nietos vivieran mejor. ¿Y
ellos? Ahora que dispone de su tiempo, ¿cómo
aprenden a disfrutar del ocio?
De nuevo nos encontramos con un fenómeno
que de asumido, no reparamos en que es muy
nuevo. Antes no había jubilados. La
esperanza de vida era menor, y además, el
trabajador seguía trabajando para seguir
viviendo. En los años 70 comienza a aparecer
una nueva clase social. Personas que no
tienen que trabajar, que tienen dinero, que
tienen salud y que tienen ganas de seguir
descubriendo cosas. Pero, ¿qué sucede? Que
no saben qué hacer fuera del trabajo. Su
identificación había sido a través de él, su
presencia social era por el trabajo. Cuando
dejan de desempeñar su puesto, si no han
sido preparados, si no son creativos o
personas dinámicas, tardan 3 años en
enfermar. Por eso, ahora, la sociedad se ha
dado cuenta de que es importante preparar a
las personas para que disfruten y vivan su
jubilación. Es una cuestión económica: las
personas que tienen una autonomía cuando
dejan de trabajar, enferman menos y generan
menos gasto social. Y es una cuestión
social: a su alrededor crearán un ambiente
positivo para toda la familia, y eso, sin
duda, es beneficioso.
Decía que en una mala jubilación se tarda 3
años en enfermar. Suena muy duro.
Eso dicen los estudios. Las personas
pierden el sentido de su vida y eso destruye
el espíritu de la gente. Antes de jubilarse
podían ser jefes, responsables, expertos.
Pero, ¿qué son en su retiro? La sociedad
industrial les metió en la cabeza la
educación en lo útil. Se necesitaba ser
ilustrado en aquello que tuviera una
aplicación práctica ligada al trabajo.
Ahora, lo que se intenta es ser educado en
aquello que te ayuda a vivir mejor. Por
supuesto que habrás de formarte para
trabajar, pero no de manera unívoca ni
total. Esta idea de la educación para la
vida no es nueva, de hecho, surgió en el
siglo XIX, y en España se encontró en la
Institución Libre de Enseñanza, pero llegó a
sectores muy minoritarios. Ahora existe la
oportunidad de que se extienda a la mayoría
de la sociedad.
¿Cómo se educa, pues, en el ocio?
Como en muchas otras cosas, para
poder enseñar tiene que haber educadores de
ocio. Especialistas que hayan sido formados
para ello, y formen a formadores. Pero en
este caso no es un tema sólo de la escuela,
implica a toda la sociedad. De hecho, la
sociedad está asumiendo el papel y
desarrolla clubes deportivos, centros
culturales, asociaciones. E igual que en el
trabajo te especializas, también sucede en
el ocio. Buscas y encuentras aquello que más
te satisface. Si aumentas el número de
gustos, se amplían las posibilidades de
disfrutar. Por lo tanto, cuanto antes se
forme a las personas, mejor. Se trata de
prepararlas para que disfruten del ocio
desde la libertad y desde el conocimiento.
Esto les aleja de la manipulación y del
consumismo.
Pero, ¿hasta qué punto el ocio no es
sinónimo de consumo?
La clave
de disfrutar del ocio no es el dinero, si no
una serie de valores basados en el respeto
de la persona humana y sus potencialidades,
por eso, la educación del ocio trata de que
la persona descubra cuanto antes esas
cualidades. Cierto que en la sociedad actual
se ha hecho del ocio un sinónimo de consumo,
pues lo intangible lo ha convertido en
producto. Sentir la libertad se puede, o eso
dicen, comprar. Pero al final, el ocio es
hacer aquello con lo que te sientes bien, es
una experiencia gratificante que haces
porque quieres, y nadie, ni nada te obliga.
No es necesario gastar dinero en ello. Sin
embargo, y esto es una ventaja, detrás del
ocio hay una industria que cada vez va a ser
más potente, y esto se puede traducir en
términos positivos. Para alguien que le
gusta la música clásica, por un módico
precio tiene a su disposición un buen equipo
y a los mejores directores del mundo. Y eso,
hace 50 años era impensable. Se han
democratizado las posibilidades de
disfrutar. Antes, las familias compartían el
trabajo, ahora se encuentran en los momentos
de ocio, con la ventaja de que lo positivo
une mucho más que las tragedias o la
obligación. Por lo tanto, compartir el ocio
en familia es transmitir un mundo de
sensaciones y sentimientos que no están
ligadas a la razón. Lo mismo pasa con los
sistemas de gestión en las empresas. Cada
vez tienden a tener más en cuenta el ocio,
pues si no es así, todo el elemento
emocional falla, y éste es fundamental para
la motivación.
¿No existe el peligro de que triunfe sin
competencia el hedonismo?
El
ocio por esencia es egoísta, pero haciendo
lo que me gusta no hace falta olvidar a los
demás. De hecho, el voluntariado es tiempo
de ocio. En esta sociedad que existen muchas
personas desorientadas, es una fórmula que
da sentido a lo que se hace, lejos del
trabajo, que ya hemos dejado claro que no es
primordial.
¿Podemos decir que estamos siendo testigos
de un punto de inflexión de la Historia?
Efectivamente, y mucho más
acelerado que otros anteriores. La
incorporación de las nuevas tecnologías a la
vida cotidiana ha cambiado la sociedad y ha
transformado la vida. Este proceso lo
estamos viviendo nosotros en la Universidad,
y de una forma rapidísima. Nada tiene que
ver la forma de impartir clase hace tres
años, con la actual. Aunque mantengo horas
de tutoría, de encuentro con el alumno,
ahora cualquiera que tenga una duda y me
busque para solucionarla, puede hacerlo
remitiendo un correo electrónico que sabe
que será contestado, y además, esa duda
servirá a otros compañeros que podrán leerla
en el foro de la clase. A la inmediatez se
ha sumado la universalidad. Sucede también
en las ciudades. Bilbao es un ejemplo. El
cambio que se ha producido, en épocas
anteriores se hubieran necesitado muchos
años en que se produjera la metamorfosis.
Pero es que la clave está en el cambio de
mentalidad de las personas. Y son ellas las
que han provocado y aprovechado ese cambio.
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